Pío Baroja

En este blog queremos hablar sobre la vida de Pío Baroja,escritor español de la llamada Generación del 98.Nombre con el que se ha reunido tradicionalmente a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados e inspirados por la decadencia española y el desastre de 1898. Se preocupan por encontrar la verdadera esencia o alma de España y el sentido de la vida, para esto utilizan la literatura, la historia y el paisaje.

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miércoles, 23 de marzo de 2011

Zalacaín el Aventurero

CAPITULO IX 
Este desagradable y antipático personaje se puso después a clasificar los batallones carlistas según su valor; primero eran los navarros, como era natural, siendo él navarro, luego los castellanos, después los alaveses, luego los guipuzcoanos y al último los vizcaínos.
Por el curso de la conversación se veía que había allá un ambiente de odios terribles; navarros, vascongados, alaveses, aragoneses y castellanos se odiaban a muerte. Todo ese fondo cabileño que duerme en el instinto provincial español estaba despierto. Unos se reprochaban a otros el ser cobardes, granujas y ladrones.
Martín se ahogaba en aquel antro, y sin tomar el postre, se levantó de la mesa para marcharse. El extranjero le siguió y salieron los dos a la calle.
Lloviznaba. En algunas tabernas obscuras, a la luz de un quinqué de petróleo, se veían grupos de soldados. Se oía el rasguear de la guitarra; de cuando en cuando una voz cantaba la jota, en la calle negra y silenciosa.
— Ya me está a mí cargando esta canción estólida --murmuró Martín.
— ¿Cuál? --preguntó el extranjero.
— La jota. La encuentro como una cosa petulante. Me parece que le estoy oyendo hablar a ese viejo navarro de la posada. El que la canta quiere decir: «Yo soy más valiente que nadie, más noble que nadie, mas heroico que nadie.»
— ¿Y estos no son más valientes que los demás españoles? --preguntó el extranjero maliciosamente.
— No lo sé; yo no lo creo, por lo menos. Yo, ahora mismo, si tuviera quinientos hombres tomaba Estella por asalto y le pegaba fuego.
— ¡Ja! ¡Ja! Es usted un hombre extraordinario.
— Es que lo digo porque lo creo.
Yo también lo creo, y siento que no tenga usted los quinientos hombres. ¿Y que decía usted de la gente del Ebro?
— Nada, que han decidido ellos mismos que son los únicos francos, los únicos leales, porque hablan muy en bruto y cantan la jota.
— ¿De manera que para usted este canto es como una falsificación del valor y de la energía?
— Sí, algo así.
— Está bien. Lo diré en mi próxima crónica. ¿No le parece a usted mal que me sirva de sus opiniones?
— De ningún modo, porque a mí no me sirven para nada.
Siguieron paseando, pero al alejarse un poco, un centinela les dió el alto y volvieron a la plaza. Se hallaba ésta solitaria.
Dieron varias vueltas y un sereno les saludó y les dijo:
— ¿Qué hacen ustedes aquí?
— ¿No se puede pasear? --preguntó Zalacaín.
— Hombre, sí; pero no es una hora muy a propósito.
— Es que hemos cenado tarde y estábamos dando una vuelta --dijo el extranjero-- no quisiéramos acostarnos tan pronto.
— ¿Por qué no van ustedes allí? --dijo el sereno, señalando los balcones de una casa que brillaban iluminados.
— ¿Qué es lo que hay allí? --preguntó Martín.
— El Casino --contestó el sereno.
— ¿Y qué hacen ahora? --dijo el extranjero.
— Estarán jugando.
Se despidieron del vigilante nocturno y dejaron la plaza.
Después, dando un rodeo, salieron al paseo de Los Llanos. Una campana de un convento comenzó a tocar.
— Juego, campanas, carlismo y jota. ¡Qué español es esto, mi querido Martín! --dijo el extranjero.
— Pues yo también soy español y todo eso me es muy antipático -—contestó Martín.
— Sin embargo, son los caracteres que constituyen la tradición de su país --dijo el extranjero.
— Mi país es el monte --contestó Zalacaín.
 
 
ARGUMENTO DE TODO EL LIBRO:
 
El libro habla sobre las aventuras que vive el jóven Martín Zalacaín, nacido en la villa imaginaria de Urbía o Urbide y criado por un viejo pariente, Miguel Tellagorri.Su hermana, Ignacia o «la Iñasi», es pretendida de amores por el señorito Carlos de Ohando, su enemigo y hermano de Catalina de Ohando, a la que Zalacaín ama. Para evitar que Carlos engañe a su hermana Ignacia, Martín la casa con un amigo suyo.
En las primeras aventuras Zalacaín y Bautista trafican a través de la frontera hispano-francesa. En ellas, Zalacaín y su amigo se unen a la banda del Cura, asesino al servicio de los carlistas.
En la segunda parte, Zalacaín huye de la cárcel. Tras una azarosa vida, se consigue casar con Catalina, con la que tiene un hijo, José Miguel. Es asesinado años después por un servidor de Carlos de Ohando.

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